El timbre sonaba fuerte cosa que de entrada me asustó.
Estaba afuera de ese antro de libertinos y buenos para meter bulla cuando me dio hambre y quise ir por algo de comida, o pensé por lo menos en ocupar en algo ese pequeño tiempo de descanso.
Pero ir a comprar a ese quiosco era como una guerra. Me asusté y juntó con eso se me quitaron las ganas de comer. Fui a columpiarme aunque estos me causen nauseas, levantaba mis piernas y me impulsaba con gran desinterés de entretención, pateando las piedras del suelo, levantaba una gran humadera que a ratos me dejaba ciega, pero lograba ver al frente que estaba el desaliñado, metiéndole la mano en el pantalón a uno de mis compañeros.
Fue el recreo más largo que pude sentir.
Me dí cuenta que no quería llegar temprano para picar lechuga como Nora me lo había encomendado, así que fui para aquel lugar.
Me gustaba sentarme ahí como una espectadora de un partido de tenis, de izquierda a derecha notaba los detalles de las personas y lo diferente que caminan todos ( - que poco sé de la convivencia en sociedad, pero que bien ejecuto el oficio de observar - ).
Ya casi se me olvidaba la sensación angustiante del primer día y comenzaba a quitarme el chaleco anti-balas.
Me iré a casa, las cometas voladoras desaparecen, es tarde y los ánimos de Nora deben estar a donde el diablo perdió en poncho.
Fue todo lo contrario, tenia el animo a flor de piel, al parecer había comprado más plantas raras.
La miré con desaire para evitar entablar una conversación, pero me tomo del brazo y le dio en el clavo.
- ¿Cómo estuvo tu primer día de clases?
- No sé, no entré.
lunes, 19 de octubre de 2009
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